Ocaña: El Descaro y la Libertad de la Transición

Prepárate para la irrupción de Ocaña (1947-1983), el artista indomable y símbolo de la libertad en la Barcelona de la Transición. Aunque su escenario principal fue La Rambla y el Raval, su espíritu transgresor y su arte callejero son un eco vital en el ambiente popular y bohemio que también fluía hacia la Barceloneta. Con sus extravagantes vestuarios y su desparpajo, Ocaña fue un pionero en la liberación de la calle y de las identidades. En nuestra ruta inmersiva, su aparición es un canto a la autenticidad, la diversidad y la valentía de mostrarse tal cual uno es, una explosión de entretenimiento y provocación que te conecta con la historia más reciente de la ciudad condal.
José Pérez Ocaña (1947-1983), conocido simplemente como Ocaña, no fue un residente de la Barceloneta, pero su espíritu es innegablemente parte del alma libre y transgresora de Barcelona, especialmente de las zonas populares y bohemias cercanas al puerto y al Raval. Ocaña fue un artista indomable, un activista espontáneo y un símbolo fundamental de la liberación y la diversidad en la España de la Transición.
Llegado a Barcelona desde su natal Sevilla en 1971, Ocaña encontró en la ciudad el escenario perfecto para su explosión creativa. Más que en galerías, su verdadero lienzo fue la calle, especialmente La Rambla y la Plaza Real. Ataviado con sus vestuarios extravagantes –mantillas, batas de cola, flores y abanicos–, Ocaña realizaba performances que eran una mezcla de copla, flamenco, sátira y pura liberación. Su presencia era un desafío abierto a las convenciones y un grito de orgullo en un país que apenas salía de una dictadura.
Ocaña fue pionero en dar visibilidad a la identidad LGTBIQ+ en un momento en que era un tabú. Su valentía para mostrarse tal como era lo convirtió en un icono, un espejo donde muchos pudieron verse reflejados. Sus actuaciones no solo eran entretenimiento; eran actos de resistencia y celebración de la vida en su máxima expresión.
Importancia en la Barceloneta (y Barcelona): Incluir a Ocaña en tu ruta teatralizada es reconocer la Barcelona más audaz y libre. Aunque no directamente de la Barceloneta, su espíritu conecta con la autenticidad y el desparpajo de los personajes populares del barrio. Representa esa cara de la ciudad que rompió moldes, una historia de valentía y de lucha por los derechos individuales que resonó en cada rincón. Su figura aporta una dimensión de transgresión y modernidad, mostrando cómo la Barceloneta, como parte de la ciudad, también fue testigo de esta efervescencia de libertad.

Luna y Sol. Lorca y Ocaña

La obra "Mi velatorio" es una pieza central para entender el alma de Ocaña, el icónico artista de la Barcelona de la Transición. Pintada un año antes de su muerte, esta obra maestra muestra a Ocaña de cuerpo presente, velado por ángeles que representan a sus amigos y a las vírgenes andaluzas de su infancia. Es una inquietante premonición de su propio final.
Ocaña buscaba distanciarse de la trágica "luna" de Lorca, pero paradójicamente, fue el "sol" de su propia performance el que lo consumió. Ambos, Lorca y Ocaña, andaluces y homosexuales, son las dos caras de una sociedad que despertaba de la dictadura. Aunque su figura fue injustamente olvidada durante décadas, hoy, como el Guadiana, el retrato intermitente de Ocaña resurge, recordándonos su vital importancia en la historia cultural de Barcelona y su espíritu de liberación y teatro callejero.

Ocaña no necesitaba teatros ni focos para brillar; su verdadero escenario era la calle, y sus actuaciones, auténticas explosiones de arte en vivo. En la Barcelona de la Transición, se convirtió en un performer y actor urbano inconfundible, transformando el espacio público en un vibrante plató de teatro callejero.
Con sus extravagantes vestuarios –mantillas, batas de cola y flores imposibles–, Ocaña realizaba sus incursiones artísticas en plena Rambla y en plazas como la Real. Sus performances eran una mezcla audaz de copla, flamenco, sátira y transgresión. No solo actuaba; vivía su arte con una pasión desbordante, interactuando directamente con el público, sorprendiendo a turistas y locales, y provocando risas, admiración y, a veces, desconcierto.
Esta forma de expresión espontánea y valiente lo convirtió en un símbolo de la liberación y la diversidad. Fue un pionero, dando visibilidad a realidades que la dictadura había silenciado. Ocaña demostró que el verdadero entretenimiento puede surgir de la autenticidad más cruda, haciendo de cada rincón de la ciudad un espacio para la libertad y la expresión artística. Sus actuaciones callejeras no eran solo un show; eran un acto de afirmación, un pulso vibrante de la Barcelona histórica que despertaba al mundo.